Recientemente, los alumnos y alumnas de ESO, en el Ave María Varadero, han disfrutado de una inolvidable sesión formativa con una clase “manjoniana” junto al mar. Las ventajas de tenerlo cerca y sobre todo, saber aprovecharlo.
Toda la pedagogía manjoniana debe ser entendida como una reacción contra la pasividad del alumno; como él mismo dice, “El ejercicio es necesario y en la calidad y modo de él está la ciencia del desarrollo y de la educación” Majón, repudiaba los símiles ya tópicos que venían repitiéndose desde la antigüedad y aun fueron tomados después por John Locke y Johann Friedrich Herbart: ni cera que se funda, ni barro que se modela, ni tabla que se pinte, ni vaso que se llena, ni hoja que se escribe. El niño no es nada de esto, y con ninguna de estas cosas se le puede comparar; es, por el contrario, “un ser activo con destino propio que nadie más que él tiene que cumplir, y con facultades propias que ningún otro puede permutar: al educador toca tomarle tal cual es, para perfeccionarle y ayudarle; pero de modo alguno puede reemplazarle y ocupar su puesto”.